2 Timoteo 3:1-5
1 “Timoteo,
es bueno que sepas que, en los últimos días, habrá tiempos muy difíciles. 2 Pues
la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero. Serán fanfarrones y
orgullosos, se burlarán de Dios, serán desobedientes a sus padres y
malagradecidos. No considerarán nada sagrado. 3 No
amarán ni perdonarán; calumniarán a otros y no tendrán control propio. Serán
crueles y odiarán lo que es bueno. 4 Traicionarán a
sus amigos, serán imprudentes, se llenarán de soberbia y amarán el placer en
lugar de amar a Dios. 5 Actuarán como religiosos
pero rechazarán el único poder capaz de hacerlos obedientes a Dios. ¡Aléjate de esa clase de
individuos!”
Estos son tiempos en los que el fuego de Dios ha sido
enviado para exponer la suciedad y la escoria que detiene a su pueblo de
caminar en el centro de su voluntad. Cuando este fuego arde, el objeto de ello
es no huir de él sino permitirle consumir aquellas cosas que nos hacen lucir
como el mundo que no lo conoce y así el oro (la esencia de lo que somos en Él y
nuestro reflejo de Cristo) será revelado en nosotros después.
Lo triste del pasaje inicial es que no era sólo dirigido
hacia el mundo exterior, sino para personas que se llamaban a sí mismas
seguidores de Cristo, pero querían seguir siendo sus propios dioses y
gobernantes de su mundo. Ellos querían tener el control de sus propios destinos
y todavía poder reclamar las bendiciones de Dios y promesas a ellos. Había
cosas que estaban sucediendo entre ellos: una pelea aquí, y el orgullo allá. blasfemias
aquí y calumnias allá. La codicia aquí y los placeres mundanos y sensuales allá.
Ellos se daban a estas cosas con facilidad y sin vergüenza. La corrección que
se les dio no fue atendida y entonces quedaron quejándose de las luchas que atravesaban.
Pero no se dieron cuenta de que su mentalidad que
condujo a su comportamiento abominable (Proverbios 6:16-19) les impidió entrar
en el Reino como Dios quería guiarlos. Así como los hijos de Israel, su boca fue
la primera cosa que les impediría entrar. Se quejaban constantemente y nunca
estaban satisfechos con las cosas que Dios les hizo accesibles en el desierto
de pruebas donde su fuego tenía la intención de eliminar las cosas que les
impedian llegar a su tierra prometida. Se quejaron del maná que Dios usó para
alimentarlos por la manera en que él eligió darles provisión. Números 11:1-6
nos dice,
1 “Poco
después el pueblo comenzó a quejarse de las privaciones que enfrentaba, y el Señor oyó
todo lo que decían. Entonces el enojo del Señor se encendió contra
ellos y envió un fuego que ardió entre ellos y destruyó a algunos en las
afueras del campamento. 2 Así que el pueblo pidió
ayuda a gritos a Moisés, y cuando él oró al Señor, el fuego se apagó. 3 Después,
ese lugar fue conocido como Taberá (que significa ‘lugar del fuego que arde»),
porque el fuego del Señor ardió allí entre ellos.
4 Entonces
la gentuza extranjera que viajaba con los israelitas comenzó a tener fuertes
antojos por las cosas buenas de Egipto. Y el pueblo de Israel también comenzó a
quejarse: ‘¡Oh, si tuviéramos un poco de carne! —exclamaban—. 5 Cómo
nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto y teníamos todos los
pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos que queríamos. 6 ¡Pero
ahora lo único que vemos es este maná! Hasta hemos perdido el apetito’”.
Ellos estaban tan centrados en querer los placeres que
habían dejado en Egipto que se perdieron las lecciones que Dios quería que
aprendieran a través del comer el maná. Deuteronomio 8:3, 16 nos ayuda a ver
cuáles son las lecciones esenciales y claves que Dios quería mostrarle a ellos
y siguen siendo esenciales para nosotros no sólo cuando estamos en tiempos de
prueba, sino en nuestra vida cotidiana con el fin de eliminar cada rastro de
contaminación del mundo. Dice,
3 “Sí,
te humilló permitiendo que pasaras hambre y luego alimentándote con maná, un
alimento que ni tú ni tus antepasados conocían hasta ese momento. Lo hizo para
enseñarte que la gente no vive solo de pan, sino que vivimos de cada palabra
que sale de la boca del Señor.”
16 “En el
desierto, te alimentó con maná, un alimento desconocido para tus antepasados.
Lo hizo para humillarte y para ponerte a prueba por tu propio bien.”
Lo que Dios esperaba de ellos era que le hablaran de
las promesas que Él les había hecho y que siguieran recordándole hasta que las
poseyeran, en lugar de quejarse de cada pequeña cosa que encontraban que no se
adaptaba a sus ambiciones egoístas, por lo que las palabras de sus bocas los
mantuvo fuera de la tierra que Dios les había prometido. La Biblia dice, y como
se mencionó varias veces en diferentes enseñanzas de esta página de blog, que estamos
llamados a ser santos porque Él es santo. Levítico 11:44-45 dice:
44 “Pues yo
soy el Señor tu Dios. Debes consagrarte y ser santo, porque yo soy
santo. Así que no te contamines al tocar cualquiera de estos animales pequeños
que corren por el suelo. 45 Pues yo, el Señor,
soy quien te sacó de la tierra de Egipto para ser tu Dios; por lo tanto, sé
santo porque yo soy santo.”
Esto es importante de resaltar porque fuimos creados
para ser consagrados a Él para que, a medida que demostramos nuestra
dependencia de Él, podamos cumplir nuestros destinos. Y para eso necesitamos
cada palabra que sale de su boca para guiarnos y ayudarnos a atravesar los
valles y también cuando lleguemos a las montañas de nuestros llamados. Habíamos
mencionado antes que la Biblia dice que aparte de Él, o cortados de nuestra unión
con Él no podemos hacer nada (Juan 15:5).
Eso es porque Dios nos ve a través del propósito por
el cual nos llamó y nos colocó en esta tierra. Así que cuando elegimos vivir
nuestra vida separados de Él y sin cumplir o al menos sin prepararnos para
cumplir nuestros llamados, nos encontramos con problemas, decepciones y
limitaciones en nuestras vidas que no fuimos destinados a atravesar. Hemos
dicho que hay dos razones por las que encontramos problemas y persecuciones del
enemigo: uno es porque estamos en el centro de la voluntad de Dios y eso
levanta la oposición del enemigo de nuestro llamado. Pero la otra razón es, por
lo contrario — cuando no somos dependientes de Dios, y conscientes de seguir
los principios de su Reino, y en lugar vivimos como el mundo y nadie puede ver la
diferencia entre los perdidos y nosotros, entonces nos encontramos con las
consecuencias de cosas que escogemos hacer aparte de la voluntad de Dios.
La mentalidad de los israelitas de la primera
generación de los que salieron de Egipto también les impidió alcanzar su
destino prometido porque pensaban más en lo que no tenían, en lugar de tratar
de renovar sus mentes y aprovechar todas las oportunidades para aprender lo que
les ayudaría a estar preparados para cuando ese lugar y tiempo llegaran para alcanzar
sus destinos. Esta gente quería las promesas sin la preparación. Querían las
bendiciones sin el trabajo. Ellos sólo querían recibir, pero no tener a Dios
como su Señor y Amo. En otras palabras, las cosas tenían que hacerse en sus
términos, no en los términos de Dios, pero sabemos que eso nunca funciona.
Ellos eran demasiado débiles en las cosas del espíritu
para concentrar sus esfuerzos en la lucha contra la buena batalla de la fe y
también ayudar a los demás a alcanzar sus destinos. Habían salido de Egipto,
pero Egipto todavía estaba en ellos. No podían verse a sí mismos aparte de los
caminos de Egipto y, por lo tanto, no podían ver que para alcanzar sus promesas
debían ser conscientes de seguir el liderazgo de Dios por medio los líderes que
fueron designados para ellos. Ellos pensaban que eran iguales a sus líderes y
no necesitaban que nadie los guiara para llegar a la tierra de Canaán porque lo
importante no era tanto el salir de Egipto, sino la manera en que necesitaban salir
de Egipto. Así que la tercera cosa que les impidió llegar a sus promesas fue
que se rebelaron contra Dios y contra sus líderes, en lugar de enfrentarse
contra su verdadero enemigo: el diablo. Éxodo 16:1-7 revela,
1 “Después,
toda la comunidad de Israel partió de Elim y viajó al desierto de Sin, ubicado
entre Elim y el monte Sinaí. Llegaron el día quince del segundo mes, un mes
después de salir de la tierra de Egipto. 2 Allí
también toda la comunidad de Israel se quejó de Moisés y Aarón.
3 ‘¡Si tan
solo el Señor nos hubiera matado en Egipto! —protestaban—. Allá nos
sentábamos junto a las ollas llenas de carne y comíamos todo el pan que se nos
antojaba; pero ahora tú nos has traído a este desierto para matarnos de hambre’.
4 Entonces
el Señor le dijo a Moisés: ‘Mira, haré llover alimento del cielo para
ustedes. Cada día la gente podrá salir a recoger todo el alimento necesario
para ese día. Con esto los pondré a prueba para ver si siguen o no mis
instrucciones. 5 El sexto día juntarán el alimento
y cuando preparen la comida habrá el doble de lo normal’.
6 Entonces
Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: ‘Antes de anochecer, sabrán que
fue el Señor quien los sacó de la tierra de Egipto.7 Por
la mañana, verán la gloria del Señor, porque él oyó las quejas de ustedes,
que son contra él y no contra nosotros. ¿Qué hemos hecho para que ustedes se
quejen de nosotros?’”.
Su constante insatisfacción los convirtió en personas
enojadas, murmuradoras, amargadas, y resentidas de lo que no tenían, y por lo
mucho que pensaban en haber dejado Egipto por seguir los caminos de Dios.
Estaban demasiado centrados en pelear y señalar los dedos a otros y no en
aprender la manera correcta de salir de Egipto no sólo físicamente, sino
también en su mentalidad que no les iba a ser útil en su nueva tierra. Por eso,
lo que necesitaban hacer era aprender a aferrarse a Dios y a cada palabra que
salía de su boca que les daría las estrategias necesarias para alcanzar su
destino. Además, necesitaban ser determinantes en su dependencia de Él, y
respetar reverentemente su autoridad sobre ellos y las personas que Él había
puesto como sus líderes porque ellos podían oír de Dios cómo dirigir al pueblo.
Es por eso que Dios nos está llamando a evitar los
mismos errores cometidos por los israelitas que no alcanzaron entrar a su
tierra prometida. Por esta razón, necesitamos hacer caso de su palabra y seguir
oyendo cada palabra que nos ayudará a conocer y aplicar las estrategias
necesarias para alcanzar nuestra tierra de destino de una manera que nos haga
libres de la mentalidad del mundo, y hablando la palabra de Dios y recordándole
de sus promesas a nosotros y no murmurando ni quejándonos o mostrándole que no
estamos satisfechos con las cosas que hace por nosotros y en nosotros a medida
que crecemos en nuestro caminar con Él y en nuestra jornada hacia nuestro
destino.
La falta de sumisión a Dios y a las figuras de
autoridad que Él ha establecido en nuestras vidas también, vaya destacar
nuevamente, nos impiden entrar porque Dios es un Dios de honor y aquellos que
lo honran a Él y a las figuras de autoridad que los ayudarán a llegar a su
tierra prometida podrán ver cómo su honor es recompensado. 1 Samuel 2:30 nos
dice una vez más:
30 “Por lo
tanto, el Señor, Dios de Israel, dice: prometí que los de tu rama de la
tribu de Levi me servirían siempre como sacerdotes. Sin embargo, honraré a
los que me honran y despreciaré a los que me menosprecian.”
De la misma manera, Romanos 13:1-6 habla sobre la
importancia de respetar y someterse no sólo a las autoridades civiles en
nuestras comunidades, sino a todas las figuras de autoridad puestas por Dios
para ayudarnos en nuestros tiempos de entrenamiento y para llevarnos a las
promesas que Dios nos ha dado. Dice,
1 “Toda persona debe someterse a
las autoridades de gobierno, pues toda autoridad proviene de Dios, y los que
ocupan puestos de autoridad están allí colocados por Dios. 2 Por
lo tanto, cualquiera que se rebele contra la autoridad se rebela contra lo que
Dios ha instituido, y será castigado. 3 Pues las
autoridades no infunden temor a los que hacen lo que está bien, sino en los que
hacen lo que está mal. ¿Quieres vivir sin temor a las autoridades? Haz lo
correcto, y ellas te honrarán. 4 Las autoridades
están al servicio de Dios para tu bien; pero si estás haciendo algo malo, por
supuesto que deberías tener miedo, porque ellas tienen poder para castigarte.
Están al servicio de Dios para cumplir el propósito específico de castigar a
los que hacen lo malo. 5 Por eso tienes que
someterte a ellas, no solo para evitar el castigo, sino para mantener tu
conciencia limpia.
6 Por esas
mismas razones, también paguen sus impuestos, pues los funcionarios de gobierno
necesitan cobrar su sueldo. Ellos
sirven a Dios con lo que hacen.”
Además, otra manera de referirnos a nosotros como
personas santas (apartadas como personas que se enfocan en aprender los caminos
del Reino y sus principios a través de la comunión constante con Dios y la
obediencia a Él) es que somos llamados personas especiales o exclusivas de
Dios. 1 Pedro 2:9 explica:
9 “Pero
ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una
nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la
bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su
luz maravillosa.”
Sólo hay una manera de vivir como gente especial y
exclusiva de Dios en este mundo y separarse de el y eso es renovando nuestra
mente de las cosas contaminadas de este mundo para que podamos destacar las
cosas puras de las impías y lo santo de lo profano. Romanos 12:1-2 dice:
1 “Por
lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo
que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la
clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. 2 No
imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios
los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces
aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena,
agradable y perfecta.”
1 Tesalonicenses 5:23-24 también nos dice: 23 “Ahora,
que el Dios de paz los haga santos en todos los aspectos, y que todo su
espíritu, alma y cuerpo se mantenga sin culpa hasta que nuestro Señor
Jesucristo vuelva. 24 Dios hará que esto suceda,
porque aquel que los llama es fiel.”
Así que seamos conscientes de lo que agrada a nuestro
Señor y Dios y no nos conformemos con el patrón de este mundo que nos impide
alcanzar nuestro destino en Él. A Él solo sea toda la gloria. ■
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Versículos bíblicos
tomados de la Versión Nueva Traducción Viviente.
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