Lucas 12:48
48 “Pero
alguien que no lo sabe y hace algo malo, será castigado levemente. Alguien a
quien se le ha dado mucho, mucho se le pedirá a cambio; y alguien a quien se le
ha confiado mucho, aún más se le exigirá.” NTV
Mientras
continuamos siendo transformados a niveles más altos que nos acercan a nuestros
destinos, oigo al Señor decir que las cosas ya no pueden hacerse como de
costumbre para el cuerpo de Cristo. Estamos llamados a caminar en unidad, y parte
de ello implica que aprendamos a manejarnos en el área de las relaciones
interpersonales. Cuando sabemos que hemos ofendido o lastimado a alguien, haya
sido intencionado o no, la Biblia nos da una pauta acerca de la manera de
abordar esas situaciones y se encuentra en Mateo 5:23-24 que dice,
23 “Por
lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas
que alguien tiene algo contra ti, 24 deja la ofrenda allí en el
altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a
Dios.” NTV
Otra cosa que se
nos pide hacer es confesar nuestras fallas y no tratar de ocultar las cosas
debajo de la alfombra y pretender que lo ocurrido no afectó a la otra persona o
creer que ellos deben superarlo por sí mismos. Mucho menos debemos seguir
nuestros caminos sin pensar en el daño que hemos causado y libres para hacer el
mismo mal a otra persona si queremos que nuestras oraciones sean escuchadas.
Una persona madura en Cristo, no sólo espiritualmente, sino emocionalmente, va
a la persona que sabe que ha herido u ofendido para reconciliarse, pidiendo
perdón e incluso preguntando qué se puede hacer para mejorar la relación.
Santiago 5:16
dice: 16 “Confiésense los
pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La
oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados
maravillosos.” NTV
Estamos llamados
a ser los guardas de nuestro hermano. Esto implica que nos preocupemos por el
bienestar de otros a nuestro al rededor, para que no nos convirtamos en un
obstáculo para ellos. Esto significa que debemos dejar de enfocarnos solo en
nosotros y lo que nos conviene y preocuparnos más por los que nos rodean y lo
que les ocurre cuando tomamos decisiones que dañan nuestra relación con ellos.
Una razón importante para prestar atención a este mandamiento es que no sabemos
si esta persona estaría en una posición de ayudarnos en el futuro, y si demostramos
un carácter inmaduro hacia ellos que no nos importa cómo los tratamos y les
hacemos sentir, podemos estar perdiendo el favor, la gracia, y la oportunidad
de ser ayudados por ellos cuando llegue el momento de nuestra necesidad.
No en vano dice
la palabra que debemos hacer para los demás como queremos que otros nos hagan a
nosotros (Lucas 6:31). También somos amonestados en la palabra a ser
conscientes de las semillas que sembramos porque será exactamente lo que vamos
a cosechar cuando llegue la plenitud del tiempo. Ser maduros en las cosas del
Espíritu hace necesario que seamos conscientes de lo que hacemos y decimos, e
incluso lo que pensamos de los demás porque la Biblia dice que debemos pensar
más altamente en los demás que en el verdadero espíritu de humildad (Filipenses
2:3).
Incluso los
amigos de Job se encontraron teniendo que hacer restitución por las palabras
que hablaron contra Dios y contra él. Dios los envió para arreglar el daño
cometido y ayudar a que Job fuera restaurado después del intenso proceso que atravesó
para que Dios le confiara las verdaderas riquezas y prosperidad del Reino. Pero
debido a que sus amigos habían hablado palabras erróneas y hasta lo acusaron de
estar en pecado y no hacer lo suficiente para salir de la fosa en la el que
presumiblemente se había metido, cuando llegó el momento de que Dios trajera a
Job a su temporada de restauración, usó a los que lo lastimaron y acusaron
falsamente para que lo ayudaran a ser restaurado (ver Job 42).
Por lo tanto, el
poder retractarse y expresar nuestra sincera disculpa a aquellos que hemos
agraviado es un signo de madurez para un creyente y una manera para que el Padre
reconozca que estamos haciendo lo que dice su palabra. De esta manera, podemos
también ser confiados con más de los tesoros del Reino, y también atestiguar de
cómo Él ensancha nuestros territorios porque el cielo reconoce que nos
preocupamos por las relaciones que Él nos confía. Cuando somos conscientes de
los corazones de otras personas y de su avance en su conocimiento de Dios y de
los caminos de su Reino porque nos ponemos como dispuestos conductos que
derraman el amor de Dios a ellos, podemos ser contados entre los que son
llamados como la verdadera novia de Cristo.
Así que seamos
las vasijas creadas para recibir el amor del Padre para extenderlo a otros
mientras pasamos tiempo de intimidad con Él y continuamos siendo transformados a su
imagen y semejanza. De esa manera, el mundo que nos rodea puede ver que somos sus
hijos porque somos conocidos por nuestro amor. Para Él solo será toda la
gloria. ▪
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