Wednesday, June 28, 2017

La Madurez Espiritual Requiere que Rindamos Cuentas



Lucas 12:48
48 “Pero alguien que no lo sabe y hace algo malo, será castigado levemente. Alguien a quien se le ha dado mucho, mucho se le pedirá a cambio; y alguien a quien se le ha confiado mucho, aún más se le exigirá.” NTV

Mientras continuamos siendo transformados a niveles más altos que nos acercan a nuestros destinos, oigo al Señor decir que las cosas ya no pueden hacerse como de costumbre para el cuerpo de Cristo. Estamos llamados a caminar en unidad, y parte de ello implica que aprendamos a manejarnos en el área de las relaciones interpersonales. Cuando sabemos que hemos ofendido o lastimado a alguien, haya sido intencionado o no, la Biblia nos da una pauta acerca de la manera de abordar esas situaciones y se encuentra en Mateo 5:23-24 que dice,

23 “Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, 24 deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.” NTV

Otra cosa que se nos pide hacer es confesar nuestras fallas y no tratar de ocultar las cosas debajo de la alfombra y pretender que lo ocurrido no afectó a la otra persona o creer que ellos deben superarlo por sí mismos. Mucho menos debemos seguir nuestros caminos sin pensar en el daño que hemos causado y libres para hacer el mismo mal a otra persona si queremos que nuestras oraciones sean escuchadas. Una persona madura en Cristo, no sólo espiritualmente, sino emocionalmente, va a la persona que sabe que ha herido u ofendido para reconciliarse, pidiendo perdón e incluso preguntando qué se puede hacer para mejorar la relación.

Santiago 5:16 dice: 16 Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.” NTV

Estamos llamados a ser los guardas de nuestro hermano. Esto implica que nos preocupemos por el bienestar de otros a nuestro al rededor, para que no nos convirtamos en un obstáculo para ellos. Esto significa que debemos dejar de enfocarnos solo en nosotros y lo que nos conviene y preocuparnos más por los que nos rodean y lo que les ocurre cuando tomamos decisiones que dañan nuestra relación con ellos. Una razón importante para prestar atención a este mandamiento es que no sabemos si esta persona estaría en una posición de ayudarnos en el futuro, y si demostramos un carácter inmaduro hacia ellos que no nos importa cómo los tratamos y les hacemos sentir, podemos estar perdiendo el favor, la gracia, y la oportunidad de ser ayudados por ellos cuando llegue el momento de nuestra necesidad.


No en vano dice la palabra que debemos hacer para los demás como queremos que otros nos hagan a nosotros (Lucas 6:31). También somos amonestados en la palabra a ser conscientes de las semillas que sembramos porque será exactamente lo que vamos a cosechar cuando llegue la plenitud del tiempo. Ser maduros en las cosas del Espíritu hace necesario que seamos conscientes de lo que hacemos y decimos, e incluso lo que pensamos de los demás porque la Biblia dice que debemos pensar más altamente en los demás que en el verdadero espíritu de humildad (Filipenses 2:3).

Incluso los amigos de Job se encontraron teniendo que hacer restitución por las palabras que hablaron contra Dios y contra él. Dios los envió para arreglar el daño cometido y ayudar a que Job fuera restaurado después del intenso proceso que atravesó para que Dios le confiara las verdaderas riquezas y prosperidad del Reino. Pero debido a que sus amigos habían hablado palabras erróneas y hasta lo acusaron de estar en pecado y no hacer lo suficiente para salir de la fosa en la el que presumiblemente se había metido, cuando llegó el momento de que Dios trajera a Job a su temporada de restauración, usó a los que lo lastimaron y acusaron falsamente para que lo ayudaran a ser restaurado (ver Job 42).

Por lo tanto, el poder retractarse y expresar nuestra sincera disculpa a aquellos que hemos agraviado es un signo de madurez para un creyente y una manera para que el Padre reconozca que estamos haciendo lo que dice su palabra. De esta manera, podemos también ser confiados con más de los tesoros del Reino, y también atestiguar de cómo Él ensancha nuestros territorios porque el cielo reconoce que nos preocupamos por las relaciones que Él nos confía. Cuando somos conscientes de los corazones de otras personas y de su avance en su conocimiento de Dios y de los caminos de su Reino porque nos ponemos como dispuestos conductos que derraman el amor de Dios a ellos, podemos ser contados entre los que son llamados como la verdadera novia de Cristo.

Así que seamos las vasijas creadas para recibir el amor del Padre para extenderlo a otros mientras pasamos tiempo de intimidad con Él y continuamos siendo transformados a su imagen y semejanza. De esa manera, el mundo que nos rodea puede ver que somos sus hijos porque somos conocidos por nuestro amor. Para Él solo será toda la gloria. ▪

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